"Los vampiros existen”

 


Los vampiros existen.

Sé que no te lo crees, porque nunca has creído ver uno…

Pero existen. Te lo prometo.

Yo, sin ir más lejos, soy uno.

Vivo muy cerca de ti y lo más gracioso es que ni si quiera te has dado cuenta que no me reflejo en los espejos (ni en las cámaras de los móviles).

Soy un vampiro del siglo veintiuno.

Algo especial, ya que no camino. Ni vuelo …

Sí. Ya sé que los vampiros mitológicos no enferman. Es una creencia errónea, que ha perpetuado el cine y la literatura.

Mi silla de ruedas lo confirma.

Esta mañana he recibido una gran noticia de un compañero de trabajo.

Porque sí… Trabajo.

Que los vampiros tenemos necesidades que cubrir y la tecnología de este siglo, no la paga la sangre.

Ramón no entiende muy bien mi idioma, pero somos buenos amigos.

Desde que se cayó un camión de gran tonelaje sobre mis piernas, siempre ha sido mis manos.

El pobre no sabe aún que soy un vampiro. Y mira que nos hemos hecho fotos juntos.

Pero siempre se cree la misma mentira… Mi móvil está roto, será un problema de la batería…

Es que es buena gente.

¡Por eso somos amigos!

Bien. Pues esta mañana me ha contado que va a ser papá.

Me he quedado helado.

Y os preguntaréis por qué…

Resulta que yo había decidido convertirlo en vampiro este verano.

Hace tiempo que vivo solo y no tengo compañía inmortal desde hace más de un siglo.

La última vampira que vivió conmigo pereció en un gran barco en mitad del océano. Sara no lo vio venir. Cuando quiso reaccionar y hacer algo, el iceberg ya había impactado contra el barco y ella estaba atravesada por una gran estaca.

En ese siglo creían de verdad en los vampiros y un grupo de jóvenes la tenían vigilada. Y no dudaron en llevársela por delante, con la seguridad de que Sara era la razón del hundimiento del barco.

No lo era, claro.

Yo me enteré de todo porque estaba allí también. Pero en esa época si podía convertirme en murciélago y salí volando sin mirar atrás.

Desde entonces, el recuerdo de Sara me persigue sin remedio.

Por eso decidí permanecer solo por un tiempo.

Y el tiempo se ha hecho muy largo sin nadie que me comprenda.

He tenido amigos… Incluso un novio. Y una novia. Pero han terminado falleciendo demasiado pronto para mí.

He tenido que ir a una psicóloga para tratar mis problemas de ansiedad. Y ésta se agrava con cada año que paso en este siglo tan rápido y moderno.

Os lo digo. No sé cómo podéis vivir así.

Y me he dado más cuenta de vuestra locura humana, desde que me desplazo en silla de ruedas.

El tiempo es importante.

Pero el tiempo de calidad y tranquilo.

Correr a todas partes, comprobar a cada instante el móvil, no parar de hacer cosas (inútiles, la mayoría), creeros inmortales…

Es muy malo para los nervios de un vampiro tan antiguo como yo.

Mi amigo Ramón está muy feliz por ser padre por primera vez. Me uno a su alegría pero ni la comprendo ni me conviene.

De verdad, Ramón… Que necesidad tienes de traer a un desquiciado más a esta era.

Con lo bien que estarías a mi lado para la eternidad…

En fin. Estoy entre triste y feliz. Enfadado y contento.

Ser vampiro ahora es muy difícil.

Y mira que en alguna ocasión, cuando he salido de fiesta, he terminado confesando mi secreto. Pero la mayoría se cree que estoy de broma, o que soy un vampiro energético y salen corriendo.

No tengo ni idea de que es eso de vampiro energético. Pero parece algo peor que si te sacan la sangre.

Creo que se piensan que les robo la energía con solo mirarlos. Una soberana tontería. Pero que necesidad tendría de hacer eso… Si yo con un poco de sangre fresca ya estoy feliz…

Ramón me ha “prestado” la suya en alguna ocasión. Aunque él no lo sabe, claro.

A veces, una furgoneta aparca enfrente de nuestro trabajo y él va siempre sin pensárselo dos veces. Es tan generoso…

El letrero del vehículo reza: Dona sangre, regala vida. Y la gran gota dibujada en la puerta me despierta el apetito.

Yo nunca le acompaño. Lo que hago es poner mil excusas. La última es que me he hecho un gran tatuaje en la pierna… Y se lo cree. Se lo cree todo.

Por eso siento que sería un gran compañero de vida eterna…

Pero ya no. Y estoy muy enfadado.

Cuando un vampiro se enfada, es mejor que estés lejos.

Los ojos se nos inyectan de sangre. Se ponen tan rojos e hinchados que parece que vayan a explotar. También producimos un sonido gutural muy desagradable.

Por último, nos abalanzamos sobre cualquier persona o animal que esté a nuestro alcance. Y el resto ya te lo puedes imaginar…

Anoche “visité” el edificio donde guardan la sangre y busqué la de Ramón.

Sé que es la suya, porque cada líquido rojo huele diferente según de quién sea. Es una habilidad muy especial que tenemos los vampiros.

Mi compañera Sara la tenía muy desarrollada y era fenomenal irse con ella de copas.

La echo tanto de menos…

Sí me viera ahora me regañaría seguro.

“Nunca te cuelgues de un humano bueno. Sí lo haces, te perderás”

Y llevaba razón.

Estoy tan perdidamente enamorado de Ramón. Y cómo digo, tan enfadado…

Sí no estuviera sentado todo el día, volaría cada noche a su dormitorio.

Creo que me está pasando de nuevo.

Mis ojos van a reventar.

Tienes que tener precaución.

También puedo leer la mente.

No se te ocurra tenerme pena o compasión. Ni pienses en reírte de mí por no andar ni volar.

Soy un vampiro y no estoy loco.

Así que mejor sal corriendo.

Huye ahora que puedes.

No es tan difícil.

Ah. ¿Qué no?

Vale.

Pues te tengo preparada una sorpresa…

Vas a ser mi compañero de viaje.

Cierra los ojos y relájate.

Ha llegado el momento de dejar de estar solo.

Muchas gracias.

(Carolina Sánchez Molero)

Imagen de pixabay. Autor: Sammy-Sander.

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