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Mostrando entradas de 2022

Constancia

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Erase una vez una pequeña cabra, que casi siempre dudaba de todo. Vivía con humanos desde que nació y no sabía que era una montaña, aunque vivía rodeada de ellas. A pesar de todo, era una cabezota y no paraba hasta que conseguía lo que quería. Una mañana, Constancia, que así la llamaron sus dueños, se despertó inquieta. Algo la empujaba a ir hacía un lugar. No sabía bien que era, ni por qué sentía aquello, pero su instinto le señalaba un camino. Así que, después de pensarlo detenidamente, tomó una decisión… esa noche, saldría de su encierro y caminaría hacía alguna parte. Los otros animales del lugar, la miraron con desprecio: “No llegarás lejos”, “¿Por qué no te estás quieta? Sabes que no lo conseguirás”. Constancia escuchó, pero aquella vez, no se dejó influenciar. En otras ocasiones, había pasado, que los animales más ancianos y los más asustadizos, la habían metido el miedo en el cuerpo: “Nadie te podrá salvar ahí fuera”, “No sabes la de peligros que hay”. Pero aquella noche… Const

Caminando por las nubes

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Una mañana muy temprano, un grupo de niños, decidió dar un paseo. Vivían en la montaña más alta del lugar y tan solo se tenían los unos a los otros. El más pequeño del grupo, dio la noticia: -—Cuando éramos mayores, yo no podía caminar —Dijo risueño—. Así que hoy, en honor a quien fui, voy a ir el primero. Todos estaban de acuerdo. Bueno… todos, menos uno. -—Yo era el más mayor hace unas pocas horas —Dijo quejándose—. Y seré yo el que vaya primero. La rigidez de sus palabras no afectó al resto, y continuaron jugando y preparando sus bolsas de excursión. —¿No me habéis escuchado?  —Gritó—. ¿Es que nadie me oye? Una niña que aparentaba unos ocho años, lo miró: —¿Qué te pasa pequeño? —Le dijo— ¿No puedes dormirte? ¿Por eso lloras? El que había sido mayor hacía pocas horas, se sorprendió de aquellas palabras. —No entiendo que dice esta niña —Pensó—. Me habla como si fuera un bebé. —¿No sabes que eres un recién nacido, verdad? —Preguntó la niña de modo dulce—. Vaya… Pues no te preocupes, qu

Todo el mundo miente

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Como un ratón atrapado Así me encontraba yo. Con la mirada puesta en todos lados y en estado de alerta Lo había vuelto a hacer. Me había vuelto a enredar en mentira "Para sobrevivir hay que mentir", escuchaba a cada paso. "Primero engaña, luego ya contarás la verdad si es necesario En mi cabeza, un cúmulo de pensamientos interfería en lo que realmente deseaba hace "Eres un inútil. Asi como quieres tener éxito. Espabila".. Y me convertía de nuevo en mi propio verdug Mis acciones no eran de verdad quién era. Quién so Nunca me gustó mentir. Desde niño contaba toda la verdad... A veces me causaba daño o se lo causaba a los demás, y era horrible. Por eso decidí hacer caso a los consejos. "Miente. Estarás más tranquilo. Nunca hay que decir toda la verdad Pero se equivocaba Desde que me inventé a mi mismo ya no soy feliz. Y la incomodidad me persigue donde vo Engaño, miento cada día. Cada hora. Cada minuto y cada segundo Pero no puedo decir que soy un mentiroso.

"Ponte en mi lugar"

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Esta tarde rebuscando entre las fotos viejas de mamá, he encontrado una en la que sale mi abuelo Juan. Yo no llegué a conocerlo y sin embargo, siempre ha formado parte de mi vida.  Cuándo yo nací, él ya llevaba en el otro lado unos cinco años. Ni siquiera mi hermano Pedro, que es mayor que yo ocho años, recuerda al abuelo. Aunque muchas veces presume de que lo conoció. Y pone en su boca, palabras y la memoria de mamá o de la abuela: “Éramos inseparables. Uña y carne…”. Pero no nos ha hecho falta verlo en vida para conocer cada detalle de él… O eso creía yo. Hasta que he visto la fotografía. Mamá siempre me dijo que ella había sido adoptada… Que los abuelos no podían tener hijos y que por eso, tanto ella como el tito Gregorio, fueron adoptados cuándo tenían un año. Detrás de la antigua foto, pone: “De cuando fui Juana. Recordar el pasado para vivir el presente. Firmado: Juan. Enero de 1949.”… En la imagen se ve una niña de unos diez años, con pelo largo y trenzas. Lleva un vestido corto

"Los vampiros existen”

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  Los vampiros existen. Sé que no te lo crees, porque nunca has creído ver uno… Pero existen. Te lo prometo. Yo, sin ir más lejos, soy uno. Vivo muy cerca de ti y lo más gracioso es que ni si quiera te has dado cuenta que no me reflejo en los espejos (ni en las cámaras de los móviles). Soy un vampiro del siglo veintiuno. Algo especial, ya que no camino. Ni vuelo … Sí. Ya sé que los vampiros mitológicos no enferman. Es una creencia errónea, que ha perpetuado el cine y la literatura. Mi silla de ruedas lo confirma. Esta mañana he recibido una gran noticia de un compañero de trabajo. Porque sí… Trabajo. Que los vampiros tenemos necesidades que cubrir y la tecnología de este siglo, no la paga la sangre. Ramón no entiende muy bien mi idioma, pero somos buenos amigos. Desde que se cayó un camión de gran tonelaje sobre mis piernas, siempre ha sido mis manos. El pobre no sabe aún que soy un vampiro. Y mira que nos hemos hecho fotos juntos. Pero siempre se cree la misma mentira… Mi móvil está

"La sombra"

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Otra vez he tenido insomnio esta noche. Desde que aquella extraña figura se presentó en mi habitación, ya no descanso. Durante el día todo me parece irreal. Por la calle ando como en una nube y todos los que pasan cerca de mí, parece que no me ven. A trompicones camino evitando sillitas de bebé, pisotones y paraguas gigantes en los días de lluvia. Si por lo menos pudiera dormir un poco. Aunque solo fuera unos minutos… Pero ni siquiera cuando creo que duermo, soy capaz de descansar. La sombra alta y gris aparece en todas mis pesadillas. Se me acerca sigilosa e intenta cogerme. Y muchas veces lo consigue. Siento el peso de su cuerpo en el mío. Y me corta la respiración. Y el sueño… Despierto con esfuerzo en un mar de sudor y lágrimas, sin entender muy bien el porqué de todo lo ocurrido. Ruego que me deje en paz, pero la figura se acerca demasiado a los pies de mi cama. Y no. No me hace caso. No desaparece cuando se lo pido. Continúa allí de pie, sin movimiento perceptible. No le veo la c

"Miedo o amor"

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  Ese hombre caminaba por la calle medio curvado, y mirando siempre al suelo. Vivía en su burbuja particular y nunca miraba al frente. Sin duda pensaba que no era lo suficientemente importante para levantar la cabeza. A pesar de todo, nunca caminaba solo. Siempre tenía a su lado a su mejor amiga… Dónde él iba, ella siempre le seguía, pasara lo que pasara. Sin embargo, aquella mañana fue diferente. Su amiga lo dejó solo. Había llegado su momento y se había escabullido entre las calles empedradas y dispares de su ciudad. Él no se dio cuenta al principio de que ya no estaba acompañado. Continuaba mirando al suelo y todo su mundo se centraba en la baldosa siguiente. Un ruido de sirenas le hizo percatarse de la situación. Ella ya no estaba y él comenzó a tener miedo. “Vaya tontería”, pensó, “Si nunca he tenido miedo a estar solo”. Así que decidió dejar pasar esos sentimientos que le paralizaban y buscar a su amiga por todas las calles. Gritaba su nombre sin descanso y sin éxito, cuando una

"Es la hora"

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Era un día como cualquier otro. Javier había estado corriendo por el paseo marítimo desde bien temprano y ahora descansaba en la cálida arena de la playa. Se quedó observando de modo hipnótico el horizonte, cuando un potente haz de luz iluminó el mar desde dentro. De entre las aguas comenzó a surgir una gran estructura ovalada. Javier se quedó paralizado. No podía mover ni un músculo de su cuerpo. Aún era demasiado pronto y era el único en aquella playa solitaria.  Entonces lo vio. Una silueta alta, esbelta y oscura estaba cada vez más cerca de él. Sintió pánico. Si Javier hubiera tenido redes sociales, seguramente no habría cometido la locura de salir a correr aquella madrugada. Pero no tenía ni idea de lo que se avecinaba. La sombra se sentó a su lado y comenzó a hablarle en susurros ininteligibles. Javier cayó en un profundo sueño. Cuando despertó estaba rodeado de criaturas con aspecto marino. Algunos seres eran deformes y otros parecían mitad humanos, mitad peces. No entendía nada

“Los deseos se cumplen”

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Acabo de darme la mano a mí misma, y de felicitarme las Navidades… No entiendo bien como ha pasado, ni como se ha “estropeado” la línea espacio temporal, para que haya tenido ocasión de verme siendo una niña. Pero ha ocurrido… Os cuento cómo ha pasado. Estaba en la cocina, preparando la cena de Nochebuena al mediodía, cuando he escuchado a mi hijo mayor gritar con la voz asustada: - ¡Mamá! ¡Mamá! Ven corriendo… Una niña acaba de atravesar la pared del salón… Cómo siempre que escucho cualquier llamada o ruido extraño, he salido corriendo, dejándome el horno abierto y las salchichas en la sartén. Cuándo he llegado al salón, una pequeña de pelo largo y mirada perdida, me ha dicho: - ¿Y mi mamá? Al principio no he sabido reaccionar y he apartado a mis peques de la niña, con la fuerza y protección de una leona. Cuándo me he parado a observar los grandes ojos azules de la niña, me he quedado blanca. Aquello era muy extraño… Pero ahí estaba mi yo de diez años, esperando a que le explicara que