Constancia
Erase una vez una pequeña cabra, que casi siempre dudaba de todo.
Vivía con humanos desde que nació y no sabía que era una montaña, aunque vivía rodeada de ellas.
A pesar de todo, era una cabezota y no paraba hasta que conseguía lo que quería.
Una mañana, Constancia, que así la llamaron sus dueños, se despertó inquieta.
Algo la empujaba a ir hacía un lugar. No sabía bien que era, ni por qué sentía aquello, pero su instinto le señalaba un camino.
Así que, después de pensarlo detenidamente, tomó una decisión… esa noche, saldría de su encierro y caminaría hacía alguna parte.
Los otros animales del lugar, la miraron con desprecio: “No llegarás lejos”, “¿Por qué no te estás quieta? Sabes que no lo conseguirás”.
Constancia escuchó, pero aquella vez, no se dejó influenciar. En otras ocasiones, había pasado, que los animales más ancianos y los más asustadizos, la habían metido el miedo en el cuerpo: “Nadie te podrá salvar ahí fuera”, “No sabes la de peligros que hay”.
Pero aquella noche… Constancia se fue. Algo dentro de ella, le decía que estaba haciendo lo correcto.
Caminó durante horas y por fin encontró una montaña totalmente vertical.
Entonces, supo lo que tenía que hacer.
Lentamente y sin pausa, comenzó a escalar la montaña. Sabía que era un reto, pero estaba a gusto y era feliz.
Por fin, había conseguido dejar de dudar y se había arriesgado. Su persistencia la llevaría a la cima de aquella montaña. Lo sabía.
A la mañana siguiente, los dueños de Constancia, dieron la voz de alarma y salieron a buscar al animal.
Cuando la encontraron, la vieron en la montaña más alta y vertical que nunca existió.
Nadie sabía cómo aquella cabra, había llegado hasta allí. Pero lo había hecho, y supieron cómo:
Constancia tenía el nombre que la definía como era. Aunque muchos decían que lo que estaba, era loca… la cabra loca de Constancia, la llamaban algunos…
Ella siguió su intuición. Supo a donde ir y tomó una decisión. Después de aquello, su perseverancia hizo el resto. Aunque aquella escalada, pareciera una locura, sus dueños y ella misma, sabía que no lo era. Formaba parte de su actitud ante las circunstancias…
Era una pequeña cabra, constante y con éxito.
Desde ese día, nadie lo dudó.
Desde entonces, sube y baja de las montañas más altas, sin apenas esfuerzo, con el convencimiento de que hace lo adecuado y de que su constancia siempre la llevará a la cima.
Carolina Sánchez Molero
(Imagen de pixabay. Autor, fietzfotos)
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