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Constancia

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Erase una vez una pequeña cabra, que casi siempre dudaba de todo. Vivía con humanos desde que nació y no sabía que era una montaña, aunque vivía rodeada de ellas. A pesar de todo, era una cabezota y no paraba hasta que conseguía lo que quería. Una mañana, Constancia, que así la llamaron sus dueños, se despertó inquieta. Algo la empujaba a ir hacía un lugar. No sabía bien que era, ni por qué sentía aquello, pero su instinto le señalaba un camino. Así que, después de pensarlo detenidamente, tomó una decisión… esa noche, saldría de su encierro y caminaría hacía alguna parte. Los otros animales del lugar, la miraron con desprecio: “No llegarás lejos”, “¿Por qué no te estás quieta? Sabes que no lo conseguirás”. Constancia escuchó, pero aquella vez, no se dejó influenciar. En otras ocasiones, había pasado, que los animales más ancianos y los más asustadizos, la habían metido el miedo en el cuerpo: “Nadie te podrá salvar ahí fuera”, “No sabes la de peligros que hay”. Pero aquella noche… Const