"Es la hora"


Era un día como cualquier otro.

Javier había estado corriendo por el paseo marítimo desde bien temprano y ahora descansaba en la cálida arena de la playa.

Se quedó observando de modo hipnótico el horizonte, cuando un potente haz de luz iluminó el mar desde dentro.

De entre las aguas comenzó a surgir una gran estructura ovalada.

Javier se quedó paralizado.

No podía mover ni un músculo de su cuerpo.

Aún era demasiado pronto y era el único en aquella playa solitaria. 

Entonces lo vio.

Una silueta alta, esbelta y oscura estaba cada vez más cerca de él.

Sintió pánico.

Si Javier hubiera tenido redes sociales, seguramente no habría cometido la locura de salir a correr aquella madrugada.

Pero no tenía ni idea de lo que se avecinaba.

La sombra se sentó a su lado y comenzó a hablarle en susurros ininteligibles.

Javier cayó en un profundo sueño.

Cuando despertó estaba rodeado de criaturas con aspecto marino. Algunos seres eran deformes y otros parecían mitad humanos, mitad peces.

No entendía nada.

Una de ellas le cogió la mano y la apretó con fuerza.

—Es él —Señaló—. Es el elegido.

Hubo un gran murmullo y la sombra apareció entre luces brillantes.

Cogió a Javier en brazos y lo transportó a una estancia con forma de burbuja.

—Aquí se quedará hasta que de el mensaje —Cerró los ojos—. No podemos correr riesgos.

Una especie de sirena protestó:

—No creo que sea lo mejor para el humano. Tendrá miedo y puede ir en nuestra contra.

Javier no podía dejar de mirarla.

Era como las ilustraciones de los cuentos. Se sintió atrapado.

Ella lo notó y sin escuchar entró en la burbuja y besó al chico en los labios.

—No te preocupes. Lo vas a hacer bien.

De un empujón salió flotando de allí.

—¡Nada de contacto físico con el hombre! —Gritó el calamar gigante—. Es necesario que no cambiemos el devenir de la historia.

La sirena volvió a hablar:

—La historia no está escrita del todo. Se puede cambiar. 

Aquello no gustó a casi nadie.

Pero lo cierto era que tenía razón.

Esos curiosos seres que vivían debajo del océano, no eran más que el reflejo de lo que serían los humanos en un futuro lejano.

Entre discusiones y gritos dejaron solo a Javier.

No daba crédito. Estaba en mitad de la nada, en una burbuja transparente, rodeado de agua y de peces que hablaban.

Sus amigos estarían preocupados por él. Sus padres lo habrían llamado ya por lo menos cinco veces. Alguien habría alertado a la policía… O eso esperaba.

Pero nada de eso estaba pasando.

En la superficie todo era como siempre.

Nadie se había dado cuenta de la desaparición de Javier.

Estaban inmersos en sus propios problemas. Bueno… Y en los de los demás.

Un rumor estaba bombardeando las redes sociales desde hacia horas.

Nada aparecía en los medios oficiales, pero no era necesario.

Casi todos lo sabían ya.

“El fin del mundo se acerca”, señalaban muchos tuits.

“El apocalipsis ya ha llegado”.

La teoría de la conspiración hablaba de que los grandes mandatarios estaban ocultando la verdad.

Y la verdad no era otra que todo era una simulación.

Nada era real. 

Las cábalas numéricas señalaban aquel 7 de junio como el último día de la Tierra.

El fin de los tiempos…

Mientras todos se entretenían en escribir la hipótesis más descabellada, los habitantes de las profundidades ya habían seleccionado a Javier para ser su portavoz.

Era uno de los pocos seres humanos que quedaban que no perdía su tiempo. Su mente la tenía limpia y su cuerpo en forma.

Realmente vivía en una especie de burbuja como la que le rodeaba ahora. 

Nadie de su entorno entendía su comportamiento. Ni sus amigos, ni su familia. Ni siquiera los desconocidos que se lo cruzaban por la calle.

Se puede decir que era el bicho raro.

Como todos los seres que tenía ahora alrededor.

Quizás ya los había conocido. Por lo menos tenía esa sensación. Como si todo eso ya hubiera pasado.

Meditaba en aquello cuando de repente la burbuja explotó.

La atractiva sirena le cogió de la mano y se lo llevó a otro lugar.

—Ven. Tengo que explicarte lo que está pasando.

Javier la siguió.

Entraron en una sala vacía. Pero en cuestión de segundos se llenó de aparatos electrónicos, de estampas flotantes y de hologramas de seres de otros mundos.

En imágenes se podía ver como había sido la tierra hacia no tanto.

Y lo más curioso de todo, es que también podía conocer como sería en unos años.

—Todo esto que está pasando ya ha ocurrido —Comenzó hablando la sirena—. Nosotros ya vivimos esta historia hace muchos años, cuando todavía ni siquiera podíais imaginar que existíamos. 

Javier puso cara de interrogación.

La sirena entonces le acompañó a una habitación pequeña y oscura en la que había una gran luz al fondo.

—En este lugar están todos tus recuerdos. Pero no solo tus recuerdos, sino los de todas tus vidas anteriores.

Javier cerró los ojos y pensó.

“Sigo en un sueño brutal. Creo que voy a tener que despertarme”.

El animal marino le dijo:

—No tienes que pensar eso. Somos uno. Yo formo parte de ti. Puedo escuchar todo lo que piensas, y no… no estás dormido.

Javier se sentó en un mullido sillón y empezó a tener imágenes en su cabeza.

Vio como el fin de los tiempos había ocurrido hacia miles de años. Como antes de que todo estuviera como ahora, los seres humanos habían destruido todo el planeta. Y sintió miedo. Y pena. 

Pero había un halo de esperanza. 

El futuro parecía alentador porque con la ayuda de esos seres mágicos de otros planetas podrían sobrevivir.

—¿Y por qué tengo que ser yo? No soy nadie —Dijo Javier.

—Si lo eres. No estás contaminado.

Escucharon una gran explosión.

—¡El fin del mundo! —Exclamó el chico.

La sirena lo miró.

—No. No habrá ningún final para la Tierra. Por eso estamos aquí. Aunque aún los de tu especie no lo saben.

Hubo un silencio.

—Llevan meses creando una realidad ficticia —Javier acarició una mano de ella—. Muchos creen en el apocalipsis y otros en conspiraciones locas—. Concluyó.

Javier sonrió.

—¿Y qué hay más loco que esto? —. Preguntó en voz baja sin esperar una respuesta.

La sirena volvió a besar al joven en los labios y este cayó de nuevo en un profundo sueño.

Cuando despertó estaba solo y seguía en la burbuja en la que lo habían encerrado.

Una comitiva de diferentes formas de vida lo liberaron de su cautiverio.

—¡Vamos! Tenemos prisa. El mensaje tiene que llegar antes de que se acabe el día.

El ente oscuro de ojos almendrados que lo había secuestrado lo estaba esperando en una pequeña nave submarina.

—Te dejaré en el mismo lugar y el mismo momento en el que nos conocimos —Le dijo—. Después todo dependerá de ti.

—¿El mismo momento? —Se sorprendió Javier.

Una voz en su cabeza se lo explicó.

“Sí. Podemos viajar en el tiempo y el espacio”.

La sirena lo estaba mirando fijamente desde muy lejos.

“No tengas miedo. Todo va a salir bien. Te lo prometo. Esto ya ocurrió”.

La nave tardó menos de 5 segundos en llegar a la superficie.

Javier regresó a su lugar en la cálida arena.

Cogió su teléfono y escribió a varios conocidos periodistas.

“Tengo algo que contar. Necesito que aviséis a todas las cadenas de televisión. A todas”.

Después llamó a sus padres y amigos.

—He tenido una especie de sueño muy esclarecedor —Señaló—. Soy el elegido. Estad atentos a las noticias… —Hizo una pausa—. Como siempre…

Javier no sabía porque hacía todo aquello. Parecía una película en la que estaba actuando sin poder evitarlo.

Pero se sentía seguro y fuerte.

Sus emociones eran cambiantes. Sin embargo cuando recordaba a la sirena asentía con la cabeza y respiraba con fuerza mientras se animaba.

—¡Vamos! Yo puedo. Todo saldrá bien.

Seguramente aquellas palabras las tenía programadas en su memoria gracias a aquel ser mágico que sentía amar.

Se levantó, se sacudió la arena de sus pantalones y escuchó el ruido de varios coches y helicópteros.

Levantó la cabeza y vio muchas naves ovaladas gigantes saliendo del océano.

Su voz se escuchó en todas partes.

En todos los rincones de la Tierra.

Javier sabía lo que tenía que decir. Lo tenía grabado a fuego en su mente.

Los seres de otros planetas se lo habían estado transmitiendo sin parar desde que lo raptaron.

Aún así, con cada palabra, su cuerpo se estremecía y su voz se quebraba.

El comunicado fue escueto pero directo.

Decía así:

“Ha llegado el momento. Hemos estado ocultos por miles de años pero ya es necesario que conozcáis la verdad.

Vivimos cerca de vosotros desde hace mucho tiempo. Aprendimos a escondernos en las profundidades del océano para no ser descubiertos.

Una nueva era va a comenzar. 

Es la hora”.


(Carolina Sánchez Molero)

(Relato que presenté a un concurso y no fue seleccionado).

Imagen de pixabay. Autor: Mysticsartdesign.


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