"𝕷𝖔𝖘 𝖉𝖚𝖊𝖓𝖉𝖊𝖘 𝖉𝖊 𝖑𝖆 𝖓𝖔𝖈𝖍𝖊"
Érase una vez una niña llamada Carolina.
Siempre le había dado miedo la noche. El silencio, la falta de luz... Todo eso, hacía que Carolina se acurrucara en su cama, con todas las mantas encima de su cabeza.
Después del beso de buenas noches, Carolina comenzaba a imaginar terribles historias. Cualquier sombra del dormitorio, se convertía en un monstruo disfrazado.
Por eso, Carolina no descansaba bien por las noches y al día siguiente apenas rendía en el cole.
Aquella noche todo parecía como siempre.
Hasta que Carolina escuchó su nombre...
'Carol' ... Insistió… 'Carol'
La niña abrió los ojos un poco. Lo suficiente para ver un diminuto ser encima de su cama.
Carolina pegó un brinco.
- ¿Quién eres? - le preguntó.
- ¿Cómo? ¿No sabes quién soy?
El pequeño ser parecía conocer a Carolina desde siempre.
- Pues no... - respondió la niña asombrada.
El duende se dejó ver.
Carolina entonces lo reconoció.
Era un sueño que había tenido hacía años... Cuando tenía 5 años.
- Eres una pesadilla - le respondió.
El ser se quedó triste mirándola.
- Pero éramos amigos... - balbuceó el duende - Muy amigos. Juntos aprendimos a reír a carcajadas mientras tus padres te miraban entre alegres y preocupados.
Carolina asintió.
- Sí. Pensaban que estaba loca. Pero...
- Nunca lo estuviste. Desde que dejaste de verme, empezaste a tener miedo a la oscuridad...
- No me gusta la noche - dijo Carolina llena de miedo.
- Tengo un secreto que contarte amiga - le explicó el duende - ¿Sabes por qué tienes esos miedos?
La niña movió la cabeza.
- Eres tan sensible y tan mágica, que has sido capaz de ser amiga de un duende - el diminuto ser carraspeó - y la noche es silencio y en el silencio estamos todos los seres fantásticos, esperando a tener amigos como tú.
Carolina abrió mucho los ojos.
El duende continuó.
- En la oscuridad no está el miedo. El miedo está en ti. Tienes miedo a sentir, a volver a encontrarnos, a darte cuenta de que eres única y especial. Una persona sensible y mágica como te he dicho...
Carolina cerró los ojos y esperó un rato así. Quería comprobar que aquello no estaba pasando.
Pero al abrir de nuevo los ojos, allí estaba el duende. Mirándola detenidamente muy cerca de su nariz.
- Bien - le dijo - entonces dices que no he de temer a la noche, ¿No?
- Exactamente - respondió el ser - la magia existe Carolina. Que no se te olvide nunca.
(Carolina Sánchez Molero)
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