Una viajera inesperada
(Relato inspirado
en mis primos Alberto y Nellie)
Año 2065. Vida en el Planeta rojo desde hace
una década.
Esta mañana me han dado
la noticia. Voy a ser padre…
Me he quedado blanco cuando el médico
nos ha dado la buena nueva.
- Felicidades
– Ha dicho – Tiene los genes del
viajero. Seguramente seguirá la tradición de su familia.
Sara me ha mirado nerviosa. Aunque a
ella le gusta ser tan nómada como el que más, creo que no le ha gustado el
comentario del doctor.
- Vivimos
en Marte desde hace años – Ha susurrado – La
tecnología en la Tierra
ha avanzado de forma apabullante en los últimos tiempos y sin embargo.... aquí
estamos. Creyendo que nuestra hija será astronauta como sus padres...
He comprendido al vuelo lo que mi
mujer me ha querido decir. La tradición quedó abandonada hace mucho y nunca
fuimos amantes de las supercherías. Nuestro bebé será lo que él desea a pesar
de nuestra historia…
Creo que merece la pena narrárosla…
Sucedió hace ahora cincuenta años. Sé que estáis pensando que eso está a la
vuelta de la esquina… Pero no. Han ocurrido tantas cosas y tantos avances en
los últimos tiempos, que es como si hubieran transcurrido más de cien años.
El inicio de todo comenzó cuando mis
padres se conocieron. Eran muy jóvenes e inexpertos. Sin embargo, siempre
tuvieron claras dos cosas: Una, que viajarían por todo el planeta Tierra hasta
que se acabaran los límites conocidos, y Dos, que se querían más allá del
tiempo y del espacio. Nada ni nadie, ni siquiera miles de kilómetros de por
medio los separarían.
Así, se convirtieron en exploradores.
En viajeros empedernidos con un objetivo común: conocer otros mundos, otros
estilos de vida y contárselo al resto de las personas que no tenían la
oportunidad de moverse de su ciudad.
Al igual que Sara y yo, creo que no
tenían pensado ser padres pronto. De hecho, nosotros acabamos de cumplir los
cincuenta años y a pesar de todo, aún no esperábamos engendrar un hijo. Como digo, la vida ha avanzado mucho
últimamente y la edad del primer embarazo está entre los 45 y los 55 años
(vivimos más de cien años y a los cincuenta aparentamos veinte años menos… Creo
que la ciencia ha encontrado el elixir de la sanación completa o de la eterna
juventud como les gustaba decir en la era de mis padres).
Ellos, mis padres, no dejaron lugar
sin conocer. Tierra sin pisar. Paisaje sin fotografiar… Eran mucho más nómadas
que nosotros y así fue como yo llegué.
En esa época vivían en un país
americano. Llevaban varias semanas allí navegando por los anchos ríos y
atravesando las grandes selvas, cuando una mujer chamán de una de las tribus
que aún existían, hizo una predicción.
- Pequeña – Dijo la anciana a mi madre – Tienes cara de estar preñada – Mi
padre sonrió desconfiado – Y no es
nuevo… Llevas meses embarazada.
Con una carcajada mi madre se despidió
gentilmente de la vieja sabia, que sin pensarlo se quitó su gorro y se lo
ofreció a mi asombrada madre.
- Este
sombrero es parte de mí y de las aventuras que he vivido. Llévalo a tu hogar y
recuerda mi nombre y mis palabras. Dentro de poco lo sabrás.
Mis padres salieron del lugar entre
dudas y risas.
A los días regresaron a casa.
Colocaron el gorro de la anciana en un lugar privilegiado del salón y sonreían
al pensar en ella.
Creo que pasó únicamente una semana
cuando mi madre se indispuso. Algo le había sentado mal… Fueron a urgencias de
madrugada y fue en esos momentos cuando se confirmó el vaticinio de la mujer
sabia: ¡Mi madre llevaba embarazada siete meses!
Fue todo un acontecimiento en sus
vidas y en la de sus familias. Algo mágico había pasado y allí estaba yo,
expectante para nacer y ver todo aquello que ya había vivido durante los meses
que mi madre me llevó dentro sin saber nada de mí. Viajé por más de la mitad
del planeta Tierra, sin aún tener ojos para verlo. Saboreé comidas indígenas y
subí a las montañas más altas sin haber visto aún la luz del sol.
Estaba en mi mapa personal. En mi
historia heredada y en mis experiencias antes de nacer. Ya era un viajero y
apenas media unos centímetros.
Quizás fue ese el inicio de mi viaje.
Desde que recuerdo me apasionan los viajes en el espacio. Me convertí en
astronauta cuando aún no tenía ni quince años. Fue entonces cuando conocí a
Sara. Orbitando lejos de la Tierra.. .
Una mirada nos convenció para siempre.
Seríamos compañeros de viaje. Visitaríamos todos los planetas sin descubrir.
Volaríamos más allá del espacio conocido y traeríamos de vuelta un sinfín de
espectaculares experiencias, videos y fotografías holográficas.
Nunca nos planteamos ser padres. Por
lo menos no mientras fuéramos nómadas… Sin embargo esta persona que ahora
habita en el interior de Sara, nos ha hecho un pulso silencioso. Y ha ganado.
En poco más de cinco meses conoceremos a la pequeña, que como yo ha viajado y
descubierto la vida, los sabores y los paisajes mucho antes de nacer. Ahora
ella reclama salir para ver más mundo que nosotros, más estrellas de las
imaginadas… Es el momento de la viajera inesperada.
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